Palabras

Antonio Alfonsea Patón: Campo de Montiel tierra nuestra

By febrero 9, 2019 diciembre 16th, 2019 No Comments

No es solo campo lo que ven mis ojos. Es vida que cumple puntualmente su ciclo natural y alimenta el cuerpo y el alma. Es oxigeno necesario y de calidad para respirar trece veces por minuto, como la Madre Naturaleza manda. Es contemplar colores, lindes y horizontes más allá del hormigón y el asfalto. Es pisar la tierra en la que Pedro I y Enrique de Trastámara ajustaron diferencias, la misma en la que Quevedo dejó su renga huella y su último legado, la misma en la que Jiménez Patón enseñaba gramática con una vara de carrasca sobre el suelo, la misma en la que Jorge Manrique luchó por conseguir su castillo, la misma de la que supo Da Vinci gracias a Yáñez de Almedina, la misma en la que Tomás de Villanueva ayudó a los necesitados…

Es el color de esta tierra, la nuestra, el que llevamos por nuestras venas. El mismo color que la naturaleza dio a la sangre del rey, del poeta, del humanista, del pintor, del santo, del jornalero, del gañán, del bracero. Es nuestra tierra, férreamente teñida, la que forma el gasón y el surco, la que sustenta la amapola y el cardo, la que se viste de verde al llegar la primavera y de amarillo en verano, en otoño se desnuda y en el invierno se calla.

Son los hombres y mujeres de nuestra tierra, los que en primavera encalan y acicalan las fachadas de sus casas antes de llegar el Corpus, los que en verano, por la noche, toman el fresco en la calle y antes de que el sol apriete, están de vuelta en la casa, los que en otoño vendimian y celebran sus fiestas, los que en invierno conmemoran el santoral en torno a luminarias y recogen la aceituna.

Es nuestra tierra, la que despide a sus hijos para buscar trabajo y los acoge, cuarenta años después, para hallar descanso y reencontrarse con la familia, los amigos y los recuerdos.

Es nuestra tierra, la tuya y la mía, en la que yacen eternamente los que nos dieron la vida, los que nos enseñaron la palabra Humildad por sus cuatro costados y a los que por su memoria seguiremos dibujando nuestra tierra con el color de la esperanza para nuestros hijos.

Y sigue ahí nuestra tierra, humildemente majestuosa, bella, con las puertas abiertas de par en par.

Antonio Alfonsea Patón