Palabras

Antonio-Bernardo Rodríguez: El Cerro de la Cruz

By febrero 12, 2019 diciembre 16th, 2019 No Comments

El “Cerro de la Cruz” se encuentra a tres kilómetros de Fuenllana, siguiendo un camino rojizo que zigzaguea hacia la Vega y se aparta luego a la derecha para ascender, entre viñedos y olivares, hasta una cumbre montaraz, en la que se quiebra el verdor de la vegetación por la floración de unas crestas plomizas de aspecto volcánico. Encauzando la mirada hacia el ocaso, cabalgaremos por una vasta y anchurosa vega, salpicada de pequeños cerros, que nos llevará hasta la Cabeza del Buey, orografía señera de la comarca, ya que nos predice lluvias cuando envuelve su mole con un suave manto de nubes.

En un repliegue de la altura, brota un manantial de unas rocas amontonadas en forma de pared vertical, que no parece obra de la Naturaleza. En el agua dormida del manantial se quiebra la imagen del viejo abedul que ampara en su sombra el pequeño recinto formado por las cañas, la peña reclinada, la hierba temblorosa y las ingrávidas libélulas.

Más abajo, en las cercas de piedra florecen los espinos; reflejando al sol las hojas brillantes de los olivos y trayendo la brisa perfumada de un intenso aroma de tomillos calientes, romero y mejorana.

A la derecha, un valle luminoso de labrantíos, olivos y algunos viñedos, que se meten en las laderas mismas del monte. En el fondo, un verdor denso de alameda y una neblina flotante de río denuncian la vega.

Siguiendo con la mirada la cinta rosada del camino de la vega, la masa quieta de la alameda engastada en un repliegue de la albura cegadora de la campiña, tendida como un lienzo hasta la sierra de Alhambra, dormida en el confín, sin duda, haciendo un guiño a la modernidad, festonea sus crestas con la presencia de eólicos molinos; que harían las delicias de Sanchos y Quijotes.

En primer término, tierras de labranza, trozos de pastos y la chopera estremecida en un hervor de insectos y una pelea ruidosa de la grey pajaril, disputando las mejores ramas para colocar sus nidadas. Desde su cima, tierra a la vista, color y paz en el Campo de Montiel.

Antonio-Bernardo Rodríguez García