El Campo de Montiel no te propone un punto de llegada, un lugar al que ir como destino turístico a pasar unos días; puede ser eso (de hecho, cada año nos visitan miles de turistas), pero es mucho más, porque el Campo de Montiel es un punto de partida en una encrucijada de caminos y de historias por recorrer y por contar; un lugar de contemplación orientada hacia la acción, la oportunidad de empezar siempre de nuevo. Así lo entendió el más grande escritor en lengua castellana, don Miguel de Cervantes Saavedra, cuando hizo salir a nuestro Quijote de su aldea al alborear de tal día como hoy, un viernes de julio de mil quinientos y pico, renegando de las certezas comúnmente aceptadas de su estamento; abandonando la olla, las calzas y los pantuflos; dejando atrás los límites de su hacienda y volviendo a cabalgar, como sus antepasados, la tierra inexplorada que está en el origen de toda nobleza, renegando de la hidalguía de su abolengo, instalada en la autocomplacencia, aún a riesgo de parecer loco, para vivir la verdadera caballerosidad sobre la tierra más prosaica que pudiera imaginarse.
Porque si es universalmente conocido que el caballero andante don Quijote era de La Mancha, una región esteparia y pobre, aunque su trigo sea el mejor de España y sus caminos sean llanos y sus pueblos hermosos y grandes, lo que pocos saben, o si sabían, no han querido recordar por sus avellanadas intenciones, es que la aldea innombrada de La Mancha, cuna de don Quijote, pertenece a nuestro Campo de Montiel, una de las comarcas más pobres entre las pobres comarcas manchegas, tierra que inspira esta web y, antes, a Cervantes, sus inmortales personajes.