Campo de Montiel, encrucijada de caminos, cruce de líneas y de senderos que un día, perdido ya en la memoria de los tiempos, pisaron naturales y foráneos, razas y creencias distintas, Señores y Reyes, nobles y plebeyos, pudientes y menesterosos, honrados y desvergonzados, desdichados y afortunados, poetas y saltimbanquis, pícaros y truhanes, pacifistas y guerreros, Manriques, Sanchos y Quijotes… y tantos y tantos otros.
Campo de Montiel, en donde bastardos codiciosos e inconformistas Trastámaras cometieron fratricidio y regicidio robando legítimas Coronas, trastocando así el normal devenir de la vida, cambiando radicalmente de este modo las circunstancias históricas. Porque así fue, porque en el Campo de Montiel, encrucijada de caminos, y en Montiel mismo, en aquella trágica madrugada, tan injustamente olvidada por unos y por otros y al final por todos, de entre los días 23 y 24 de marzo del año 1369, cambió vertiginosamente, para mejor o para peor (Allah aálam / Sólo Dios lo sabe), la Historia de España, con aquel vergonzoso, traicionero y desleal asesinato del legítimo Rey de Castilla y León, Don Pedro I, “El Justiciero”, que no “El Cruel”.
Campo de Montiel, encrucijada de caminos, bendita tierra, que fuiste cuna y habitación de prosistas y de poetas, que por tus rutas fueron y vinieron cristianos, musulmanes, judíos, gentiles… que albergaste a lo más selecto de las sociedades, y también a los más infames (¿por qué no?). Campo de Montiel, encrucijada de caminos, Lugar de Órdenes Militares, de Cervantes, de Quevedos, de familias manriqueñas… Campo de Montiel, encrucijada de caminos, morada de todos los dioses.
