Palabras

Carlos Chaparro Contreras: Recuerdos de siluetas

By febrero 12, 2019 diciembre 16th, 2019 No Comments

El Campo de Montiel es una maravillosa realidad vivida por mí y sin embargo mi acercamiento al lugar siempre se produce a través del recuerdo. Es el resultado de una imbricación de diversas sensaciones ajenas e íntimas de las que difícilmente me puedo evadir. Su literatura está teñida del color de la nostalgia: Azorín, Jorge Manrique, García Lorca, Jiménez Patón…Su historia es la memoria de las gloriosas hazañas y los grandes personajes: batalla de Montiel, Santo Tomás de Villanueva, Cervantes, Quevedo…Su arte es la huella de tiempos célebres: San Andrés, Yáñez de la Almedina, Francisco Cano…Y mi experiencia es la memoria de cuando me fui de esta tierra y dejé de sentir la sensación de libertad que me producía dibujar al atardecer desde san Miguel la silueta perfilada a contraluz de su paisaje. Desde aquellas piedras afiladas que bordeaban lo más alto de Infantes, y casi sin empinarme, podía divisar un Campo de Montiel dibujado: la Cabeza del Buey, los cerros de Alcubillas, la sierra del Cristo, la sierra de Alhambra y detrás de mí, las cabezas de Fuenllana. Y en su interior, espacios segados de amarillo, labrados de ocre, vendimiados de verde, liegos de morado ¿Sería aquella la tierra que mi abuelo labró? Y a mis pies, perfilando con mi dedo su silueta, Infantes: las bóvedas de Santo Domingo, la cúpula de la Encarnación, la chimenea de la fábrica de harinas, la torre de san Andrés, el campanario de la Trinidad y el cimborrio de las Monjas. Pequeñas prominencias que en mi pensamiento querían, sin lograrlo, destacar sobre aquel paisaje de colores y montículos, arañar el cielo. Y con una parábola de fantasía unía Santo Domingo y la Fuente Vieja, la Trinidad con el Paseo. Los cerros de Alcubillas con las Cabezas de Fuenllana, Alhambra y el Castillo de Montiel. Y allí, de nuevo, testigo de mi fantasía, serpenteantes y abandonadas calles plagadas de escudos que como el campo que les rodeaba y dominaba, otrora “antiguo y conocido”, parecían sucumbir a la puesta de sol. Recuerdos de caprichosas siluetas de un paisaje dibujado en mi pensamiento, pero muy presente en mi realidad.

Carlos Chaparro Contreras