Autores:
Tomás Torres González.
Diego Lucendo Díaz.
Luis Alejandro García García.
Manuel Melero Serrano.
www.barakaarqueologos.es
El presente artículo fue elaborado por Baraka Arqueólogos con motivo de la celebración de las “Jornadas Multidisciplinares del Campo de Montiel”, en Villanueva de los Infantes, en octubre de 2008. Uno de los objetivos principales que rigen el funcionamiento de esta empresa de arqueología es el de contribuir al conocimiento y difusión del patrimonio arqueológico, monumental, industrial y etnográfico de Castilla La Mancha, razón por la que se han realizado numerosos estudios sobre estos elementos, como por ejemplo los Pozos de Nieve de la provincia de Ciudad Real o, en el caso que nos ocupa, sobre los Molinos Harineros del río Azuer. Este texto es un resumen del artículo publicado en el número 35 de los Cuadernos de Estudios Manchegos. Para acceder al texto completo deberán ponerse en contacto con el Instituto de Estudios Manchegos a través de la siguiente dirección: http://iestudiosmanchegos.castillalamancha.es/publicaciones/
El Azuer es un río muy importante para este territorio puesto que nace en el Campo de Montiel, atraviesa su territorio desde tiempos inmemoriales y es parte de su paisaje natural e histórico. Nace en el término municipal de Villahermosa y su cauce recorre varios municipios del Campo de Montiel como el de Fuenllana, una pequeña jurisdicción de Montiel, Carrizosa, Alhambra, La Solana, San Carlos del Valle y La Membrilla, y algunos municipios del Campo de Calatrava como Manzanares y Daimiel, en cuyo término municipal se une este río al Cigüela y por tanto, al Guadiana.
Desde hace varios años nos había llamado la atención la existencia de un número elevado de molinos hidráulicos harineros en el cauce del río Azuer, concentrados en su mayor parte en el tramo del cauce que discurre por los municipios del Campo de Montiel. Pese a ello constatamos que el número de publicaciones existentes sobre los molinos harineros en la zona era muy escaso, limitándose a otros ríos como la cabecera del río Jabalón, o a otros ámbitos como la zona de La Membrilla.
Los molinos harineros del río Azuer funcionaron durante siglos, desde la Edad Media hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando debido a la progresiva instalación de fábricas harineras y a la acción legislativa del Gobierno, fueron dejando de moler de forma paulatina y definitiva, produciéndose la ruina progresiva de muchos de estos edificios. Por esta razón, y aunque fueron localizadas referencias documentales y físicas de un total de treinta y ocho molinos harineros, tan solo se localizaron veintisiete de ellos, arruinados en su mayor parte debido al abandono y descuido sufrido en los últimos años. Tan solo cuatro de ellos presentan un estado de conservación aceptable: el Molino Grande (Manzanares), el Molino del Rezuelo (La Membrilla) reconstruido y habilitado como Aula de la Naturaleza, el Molino de los Moros (San Carlos del Valle) y el Molino de Nogueras (Villahermosa). Sin embargo y pese al abandono sufrido y el estado de conservación actual, estos ingenios fueron unas edificaciones muy importantes para los habitantes de los municipios del Campo de Montiel, quienes, durante siglos, utilizaron estos molinos para moler el cereal en el que basaban la subsistencia diaria.
El artículo comienza con una pequeña introducción y un estudio geográfico del cauce del río Azuer. Le siguen los apartados principales en los que pueden encontrarse un estudio sobre la historia de la molinería y los distintos avances realizados en los molinos desde la prehistoria hasta el siglo XX, junto a un
estudio pormenorizado de los Molinos del rio Azuer, incluyendo sus distintas tipologías y características individuales.
La agricultura es la base sobre la que se han sustentado las sociedades humanas tradicionales, obteniendo productos básicos para la subsistencia como eran los cereales que necesitaban unos procesos de transformación básicos para poder ser transformados en harinas que facilitaran su consumo y la elaboración de otros productos secundarios como el pan. La evolución técnica de estos ingenios comenzó de forma paralela al cultivo de los cereales desde la Prehistoria, comenzando en el Neolítico y continuando durante el Calcolítico y Edad del Bronce con los molinos de mano barquiformes prehistóricos, pasando por los primeros molinos rotatorios protohistóricos y romanos, hasta llegar al nacimiento del molino hidráulico ya en época romana.
Molino rotatorio ibérico.
La construcción de los molinos harineros hidráulicos que aprovechaban la energía motriz del agua existente en los cauces fluviales, continuó durante la época visigoda, pero fue sin duda en época medieval donde alcanzó la mayor difusión ayudada, sin duda,por los grandes conocimientos en ingeniería hidráulica y en el aprovechamiento de los recursos hídricos que aportaron los musulmanes a partir del siglo VIII. En la Edad Media se desarrollaron los molinos de rueda horizontal o rodezno, junto a los molinos de rueda vertical o aceñas.
Molino de rodezno según los Veintiun Libros de Ingenios y Máquinas.
Aceñas de Tordesillas (Valladolid)
Los molinos harineros solían almacenar parte del agua que utilizaban durante la molienda en unas balsas existentes en la parte trasera del edificio, a las que llegaba el agua mediante el caz, un canal que llevaba el agua desde el cauce del río aprovechando la pendiente natural del terreno. Desde esta balsa el agua accedía mediante el saetín hasta los niveles hidráulicos del molino en los que se localizabael rodezno provocando su movimiento. En la Edad Media, sobre todo en las zonas en las que escaseaba el agua, tuvo gran difusión el cubo de presión. Este elemento permitía aprovechar mejor el agua disponible ya que permitía obtener una misma potencia con un caudal menor de agua debido a la presión obtenida.
Posteriormente en los siglos XIV y XV se produjo una innovación basada en el rodete de regolfo, consistente en alojar el rodezno en el interior de una cubeta en la que el agua entraba de forma tangencial. Con ello se conseguía aumentar la velocidad del agua debido a la fuerza centrífuga y se creaba una corriente que permitía mover las piedras del molino con mayor potencia y continuidad, aprovechando, de paso y de mejor forma, la cantidad de agua disponible.
Molino de regolfo según los Veintiún Libros de Ingenios y Máquinas.
Los molinos siguieron funcionando con pocas modificaciones hasta el siglo XIX. La Estadística administrativa de la Contribución Industrial y de Comercio de 1857 registró un total de 20119 molinos harineros en toda España, que molían con un total de 27221 piedras. A Castilla la Mancha le correspondía
un total de 1265 molinos que molían con 1635 piedras, de los que tan solo 106 molinos y 137 piedras pertenecían a la provincia de Ciudad Real.
La posterior proliferación de nuevas fábricas harineras industrializadas y una serie de factores administrativos provocaron la desaparición y el abandono de muchos molinos a mediados del siglo XX. Durante la segunda mitad del siglo XX se produjo el abandono definitivo de estos ingenios, quedando abandonados y en ruina la mayor parte de ellos.
(continúa en la siguiente entrada)