Por Salvador Carlos Dueñas Serrano
Os mostramos uno de los personajes históricos más destacados del Campo de Montiel. A la vez una de las personalidades del Siglo de Oro Español, y alguien que ha dejado huella en la Iglesia Universal, por ser de ese tipo de personas que abren nuevos caminos y crean nuevos modos de actuar.
Cuanto más conoces al personaje, más aprecias su proyección social y su dimensión intelectual. Leyendo varias biografías llego a la conclusión de que fue un ser afortunado por el hecho de realizarse en la vida conforme la deseó vivir. Y también por el momento histórico en el cual le tocó nacer y el contexto familiar que le otorgó el destino.
Vivió en uno de los periodos más plenos de la cultura occidental como es el Siglo de Oro, sucediendo a otro de los más prolíficos a nivel cultural e intelectual de Occidente como fue el Renacimiento Italiano.
Y curiosamente para nosotros, los de Campo de Montiel, Sto Tomás nace en 1486, cuando comenzaba a nacer España.
A caballo entre la Edad Moderna y el Siglo de Oro
España abre la Era Moderna apenas seis años después con el Descubrimiento de América en 1492, coincidiendo a la vez con el inicio del Siglo de Oro y la publicación de la Gramática de Nebrija. Pocos años antes, con la conquista de Granada y la unión del reino de Castilla y la Corona de Aragón, Isabel y Fernando comenzaron ingentes reformas que tendían a la creación del primer Estado Moderno, como la unificación del ejército, la administración pública y la religión. Como sabemos impulsaron el catolicismo y el apoyo al papado del cual obtuvieron el título de Reyes Católicos. En este contexto encontramos a Tomás de Villanueva, un hombre de Estado, gestor y diplomático al servicio del emperador Carlos I, que pacificó el territorio de Valencia en su labor con la gran población de moriscos que casi suponía la mitad de la población.
El Campo de Montiel brilla en el Siglo de Oro
El Siglo de Oro finaliza en 1681 con la muerte de Calderón de la Barca.
Y aquí en el Campo de Montiel, el Siglo de Oro comienza con el nacimiento de Sto. Tomás, alcanza su cénit con la publicación del Quijote en 1605-1616, y culmina con la muerte de Quevedo en 1645. Por tanto, esta tierra, tan pobre, tan áspera y tan despoblada, contiene el valor incalculable de ser uno de los reductos culturales de una de las épocas más florecientes de la cultura universal.
Valores del Campo de Montiel
Antes de adentrarnos concretamente en la figura de Sto Tomás como personaje histórico, quiero destacar el conjunto de valores de nuestro Campo de Montiel, el cual tímidamente está empezando a ser reconocido en la dimensión que le corresponde con el esforzado aporte de las nuevas generaciones de personas más y mejor formadas, más viajadas y con mayores elementos de juicio y contraste.
Por tanto vaya desde aquí mi agradecimiento para todos aquellos que saben ver la proyección del conjunto de valores que posee esta tierra y que todavía están por descubrir, si nos decidimos a ello.
El valor más importante y la clave que revitalice esta comarca es la llave que la abra al mundo y la saque como a don Quijote, por la puerta del corral. Esa llave se llama información, formación, conocimiento, educación, coordinación, colaboración, unión y trabajo en común de todos y cada uno de los elementos que componemos esta tierra, como individuos, como instituciones y como entes sociales, culturales y económicos.
Hay que promover, facilitar y comprometerse con todo cuanto nos beneficia a todos, porque nos fortalece. Hay que sentirse orgullosos de los éxitos de nuestros vecinos porque también son nuestros éxitos. Hay que estar dispuestos a participar de todo cuanto mejora nuestro entorno porque nos ayuda a todos.
Por eso me veo en el compromiso de aprovechar cualquier oportunidad, como esta, para incidir en la importancia de mantenernos con actitud constructiva y predisposición para ver, sentir y vivir el Campo de Montiel con tanto apego como nuestro propio pueblo. Practicar el beneficio de entender nuestra comarca como un conjunto de pueblos que componen nuestra casa, nuestra cultura, nuestra historia y nuestro vínculo intelectual con nuestra propia existencia. Porque además ninguno de nuestros pueblos se entiende sin las influencias y relaciones de los que nos circundan.
No debemos permitir que los intereses políticos empequeñezcan nuestra vieja, noble y culta tierra. Una tierra tan repleta de valores como es el Cervantino Campo de Montiel; el Manriqueño Campo de Montiel; el Quevediano Campo de Montiel; el laminitano Campo de Montiel; el Andalusí Campo de Montiel; el españolísimo campo de Montiel, en cuyo corazón del Castillo de la Estrella de Montiel, se dio el último gran paso de Castilla y el primero para la creación de España. Porque podemos afirmar sin grandilocuencia que aquí comenzó a gestarse España, en la Batalla de Montiel, abriendo el camino al trono de Isabel I de Castilla. Y esto nadie lo va a contar porque a nadie le interesa reconocer los valores de una tierra que no sea la propia. Por eso es nuestra responsabilidad y nuestro deber colocarnos donde nos corresponde. Sin complejos, sin comparaciones y sin falsos halagos.
La auténtica responsabilidad de poner en el lugar que le corresponde a nuestra tierra nos corresponde a nosotros, a sus hijos, a sus habitantes, a sus simpatizantes, a sus amantes, a sus moradores.
Vamos a seguir por esta línea y a respetarnos como merecemos, honrando a nuestra tierra como corresponde, sin sobrevalorarla ni menospreciarla. Pero sobre todo, sin ignorarla, porque éste ha sido el peor de nuestros males, no existíamos ni para nosotros mismos.
Siempre con los ojos puestos en el más allá, con esa necesidad de buscarnos la vida con la esperanza de hacerla más llevadera lejos de aquí, tal cual le ocurría a Cervantes ansiando escaparse a liberarse en América, con Quevedo o con Tomás de Villanueva. Pero no es menos cierto que aquí tenemos mucho trabajo para sacar partido a lo mucho que hemos heredado. Solo hay que buscar el modo de rentabilizarlo.
El caso es que como tantos otros, como ahora, Tomás se fue y no volvió.
Inicios del Santo
Tomás García Castellanos o Tomás García Martínez, porque todavía no está bien definido si también su madre Lucía se llamaba Martínez o Castellanos, y sobre todo, porque hasta 1501, por orden del Cardenal Cisneros y curiosamente una de las personas más influyentes y determinantes en la vida de Sto. Tomás, no se instituyó la obligatoriedad de apellido fijo para identificar al individuo. Puesto que hasta entonces se hacía con nombre del padre, lugar de procedencia, mote u oficio. Así incluso hermanos podían tener diferente apellido.
Ya sabemos que la familia de Sto. Tomás era una de las mejores asentadas en cuanto a situación social y poder económico. Lo cual ayuda para afirmar que además de las cualidades personales propias de Sto. Tomás, también fue una persona afortunada por haber nacido en el seno de su familia, la cual le facilitó el ingreso en uno de los centros educativos más prestigiosos del mundo en aquella época.
Sus familiares pertenecían a la élite rural tanto de Fuenllana como de Villanueva de los Infantes. Poseían tierras, rebaños, molinos, viñas, huertas, cortijos y todo tipo de hacienda relacionada con la explotación agropecuaria que ha sido el medio de vida ancestral de esta tierra. Su dinero les permitía ingresar en estamentos tan poderosos como las órdenes militares de Santiago, Calatrava y San Juan. Además de formar parte del Santo Oficio, cuyo tribunal se encontraba contiguo a la casa familiar de Villanueva de los Infantes y donde se alojaban los visitadores la Inquisición. Por tanto, el poder social y económico de la familia de Sto. Tomás estaba más que asegurado, lo cual le concedió la oportunidad de formarse y hacer carrera eclesiástica hasta alcanzar el arzobispado.
Pero comenzó, como ya he dicho, estudiando en uno de los sitios más importantes del mundo a tal efecto: el colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá de Henares, fundada en 1499 por el cardenal Cisneros. A su vez, Cisneros recibió formación en el centro educativo más prestigioso de Europa, el colegio mayor de San Bartolomé de la Universidad de Salamanca, el cual le sirvió de cimiento para fundar Alcalá.
Las clases comenzaron en 1508 y uno de los alumnos de la primera promoción fue Tomás, donde se licenció en Artes y en Teología. Desempeñó las funciones de maestro, pero lo más importante para su vida fue que se impregnó del espíritu renovador de Cisneros, el mismo que infundió a los Reyes Católicos.
El cardenal, como todos los grandes hombres de la Historia, era austero, de carácter disciplinado, colosal iniciativa e incansable capacidad de trabajo. La idea de Alcalá se creó sobre todo para formar y seleccionar personal digno para desempeñar las responsabilidades de una institución tan grande como la Iglesia. Su proyecto, tan grande como su mentalidad, creó la primera ciudad universitaria de la historia de la humanidad, donde se contemplaban más de dieciocho colegios para acoger estudiantes pobres y convertirlos en individuos formados y útiles a la sociedad del momento.
De este espíritu y esta atmósfera comenzó a germinar en Sto. Tomás su talante renovador. Si bien, Cisneros era un monje guerrero y Tomás un fraile pastor, el primero más belicoso, el segundo más pacífico, pero ambos eran ese tipo de seres con enorme visión de futuro, iniciativa propia y afán de avanzar.
Teniendo muy presente que toda renovación y avance, comienza en la educación.
Trayectoria de Santo Tomás
Tomás, comenzó a autodenominarse de Villanueva, al ingresar como agustino en Salamanca, donde llegó a ser prior. También de Burgos y Valladolid, además de prior provincial de Castilla y Andalucía.
En esta etapa también coincide con la actitud de Cisneros de evangelizar el Nuevo Mundo. El cardenal envió misiones franciscanas y Sto. Tomás misiones agustinas a Nueva España, Méjico. Quizá por esta razón en el claustro del convento de Fuenllana, existe una labra de piedra a modo de blasón donde aparece la figura de un indígena arrodillado ante una cruz, significando así la labor del santo.
Básicamente se convirtió en prior general de los agustinos del reino puesto que en la época las provincias agustinas se dividían identificando Castilla al norte de Toledo y Andalucía al sur de Toledo.
Está documentado que vivió en Sevilla, en la Casa Grande de San Agustín, impresionante convento situando en una de las principales entradas de la Metrópoli imperial y Puerto de Indias, capital financiera del mundo y una de las urbes más bellas de la tierra en aquel tiempo. Lamentablemente la incultura y brutalidad humana se han llevado por delante el magnífico convento, del cual solo queda el claustro y la sala capitular. Se conservaba una talla de Martínez Montañés, uno de los escultores barrocos más destacables de la Historia del Arte, pero la Guerra Civil se la llevó por delante.
La última etapa de su vida, como bien sabemos, transcurre como arzobispo de Valencia, concretamente sus últimos once años de vida.
Valencia no era cualquier sitio; era una de las ciudades y una de las diócesis más ricas de la cristiandad. Su nombramiento, por supuesto habría sido más que meditado por numerosas personalidades influyentes que lo considerarían el candidato adecuado para los intereses del reino y de la Iglesia. No en vano, Quevedo, en su biografía conmemorativa de la beatificación lo califica como un buen español.
Según los datos, llegó a Valencia sin boato y con la misma coherencia austera y cristiana que desarrolló toda su vida. Un temporal de lluvia o su propia decisión le hizo solicitar asilo en el convento agustino del Socorro, extramuros y por desgracia desaparecido y bien conocido en la ciudad como el Socós en lengua vernácula. Lugar donde volvió para ser enterrado por deseo testamentario. Afortunadamente, tanto sus restos mortales, como la lápida sepulcral
fueron recuperados y puestos a salvo de la Guerra de la Independencia, la Desamortización de Mendizábal y la Guerra Civil.
Curiosamente, la impronta y el carisma personal arraigó de tal modo en la ciudad que tras él, todo nuevo arzobispo que tomaba la sede valenciana, en un gesto de respeto, admiración y devoción, repetía el ceremonial de alojarse en el convento del Socós un día antes de ser revestido de pontifical en la catedral.
El Hospitalico
Desde el primer instante, fue alguien dispuesto y comprometido con la idea de obispo-pastor, jamás abandonó a su rebaño. Pueden relatarse multitud de anécdotas y curiosidades de su personalidad que prefiero dejar para que cada cual se interese por su lectura en la multitud de biografías referentes al santo, que además es uno de los más estudiados por muchos autores. Los cuales nos dan datos que lo relacionan con Fuenllana y con Villanueva de los Infantes durante toda su vida, pareciendo a veces, que aquí solo nació, se crió y una vez salió de la zona ya no la llevó consigo. Cierto es que no existe documentación que volviera después de su marcha a Alcalá, pero también nos relatan los datos que su paje principal era un primo de Fuenllana llamado Pedro Castellanos, que además testificó en el interrogatorio para el proceso de beatificación abierto por Paulo V. Sin duda recomendado por su madre, doña Lucía, quien fue una de las principales influencias de su vida, y a quien mostró su amor filial manteniendo correspondencia hasta el final. A la muerte de su padre, parece ser que regresó y habiendo heredado unas casas, decidió dedicarlas a hospital para pobres, dejando al cargo a su madre, la cual sobrevivió a Sto. Tomás hasta casi el siglo de vida. Hoy conocemos tal sitio por el Hospitalico, y hay datos que lo identificaban como el Hospital del Arzobispo. Tras morir Sto. Tomás, su madre siempre se hizo cargo del mismo hasta su propia muerte y por eso nos ha llegado que fue ella la propia fundadora del mismo. También Sto. Tomás se encargó de edificar capilla funeraria en San Francisco para su familia. Y puede que sus primeros estudios los realizase en el convento de San Francisco.
Legado de nuestro Santo
Fue un precursor. Creó la figura de obispo consecuente y atento a las necesidades de su diócesis. La visitó al completo. Mostró total desapego por lo material, por el poder y por la vanidad. Gestionó la inmensa fortuna diocesana de forma tan eficiente que en once años de trabajo, dobló sus ingresos.
Hasta su llegada, la presencia de un arzobispo en Valencia era algo inexistente, pues era un cargo de privilegio y no de responsabilidad. Su predecesor fue Jorge de Austria, y la sede valenciana llevaba más de cien años sin ver por allí un arzobispo. Sin embargo los privilegios y las rentas del arzobispado salían puntalmente destinadas al prelado de turno. Según varios autores, la diócesis era un caos. El clero vivía relajado y acomodado, sin orden ni disciplina. Lo primero que hizo al igual que Cisneros, fue convocar un sínodo y establecer normas de conducta para beneficio de la Iglesia y el Pueblo.
Y lo más importante de su legado intelectual, cultural y espiritual fue sin lugar a dudas el respeto mostrado por el prójimo a través de la caridad, algo que en su contexto histórico significaba extraordinario y magnífico, pues lo obispos eran príncipes acomodados en su riqueza, alejados del sufrimiento ajeno. Su cercanía con los demás jamás fue olvidada por el pueblo valenciano, razón que motivó su promoción a la beatificación y posterior canonización.
Curiosamente tuvo contacto y amistad con Juan Luis Vives. Quien creó el primer tratado de atención a la población desfavorecida, siendo el referente de la creación de los servicios sociales en Europa.
Pero sin duda, su obra más notable a nivel histórico fue la creación del primer seminario de la historia. Nunca olvidó a Cisneros ni la impronta aprendida en Alcalá de la necesidad de formar a los candidatos a sacerdote con la consecuente educación que los hiciera acreedores de su responsabilidad.
Y en este punto siempre me viene a la memoria el extraordinario cuadro de Claudio Coello que lo representa, como Doctor de la Iglesia como algo premonitorio. Pues bien sabemos que no posee tal título. Sin embargo yo insisto que Sto. Tomás es el doctor de los doctores de la Iglesia porque fue el primero en crear un seminario. Un centro docto
donde se forma a los acreedores y difusores de la doctrina de la Iglesia. ¿Hay más motivo para merecer el título de doctor de la iglesia?
Tras la muerte de Sto. Tomás, en la ciudad quedó un recuerdo imborrable y vivo hasta hoy. Es curioso que los franceses respetasen su enterramiento y es curioso que en la guerra civil ocurriera lo mismo. Hoy tenemos que mostrar desde aquí, desde el Campo de Montiel, nuestra gratitud y respeto por la capital del Turia, ya que acoge a uno de nuestros paisanos como uno de los grandes personajes de la historia de la ciudad. Dedicándole una importante capilla en el edificio más relevante de la capital, la catedral-basílica metropolitana.
Homenaje en las artes
Además como bien sabéis, tras su canonización, se encargaron multitud de obras de arte a los mejores artistas del momento. Su figura está retratada por genios como Murillo, Zurbarán, Juan de Juanes o Claudio Coello entre otros.
En el museo de Bellas Artes de Sevilla, la segunda pinacoteca de España, se conserva el célebre cuadro que estuvo en el retablo del convento de capuchinos, como uno de los grandes elementos del tesoro artístico español.
A finales del XVIII el conde de Floridablanca ordenó a la Imprenta Real, a través del director de grabado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, la creación de ciento veinte retratos de españoles ilustres. Entre ellos Sto. Tomas, en el conocido grabado de Manuel Salvador Carmona.
En Valencia una de sus grandes esculturas forma parte de la portada principal de la catedral en una de las pocas fachadas barrocas con influencia italiana de Bernini y Borromini, donde domina el dinamismo de las líneas onduladas.
En el puente de La Trinidad otra gran escultura de autor italiano que identifica a la ciudad con uno de sus personajes más ilustres y por último, para no extenderme, puesto que el tema da para mucho, diré que existe una escultura muy desconocida y de muy buena factura en el centro del patio del palacio arzobispal, realizada por el director de escultura de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, José Esteve Bonet, artista neoclásico que realizó en mármol la obra mencionada. Y si la apreciáis con calma encontrareis dónde es inspiró el autor de la escultura que hoy preside el atrio de la iglesia parroquial de Villanueva de los Infantes.
En Fuenllana se edificó una iglesia barroca y un convento de agustinos en el lugar donde nació. En Villanueva de los Infantes un oratorio barroco frente a su casa familiar. Nos quedan estos monumentos y la impronta que dignifica al Campo de Montiel con uno de sus personajes más destacables, declarado patrón de la diócesis de Ciudad Real, primer santo de la provincia. Adelantado a su tiempo poniendo en práctica años antes del Concilio de Trento, las reformas que tras el mismo establecería la Iglesia.
Como veis, en este ligero paseo por la vida de Sto. Tomás, poseemos en nuestra tierra una riqueza histórica que nos honra y nos hace responsables de ponerla en valor para beneficio de todos. Por tanto si de algo sirve no me cansaré de aprovechar cualquier oportunidad para poner de manifiesto que de nosotros depende que nuestro Campo de Montiel brille con la luz que le corresponde.