Por Salvador Carlos Dueñas Serrano
Los tesoros lo son, porque son escasos y sorprendentes.
Aquí en el Campo de Montiel no estamos tan lejos de Granada, ni en lo geográfico ni en lo histórico.
Sólo aquellos que se dedican a ello, o aquellos que se apasionan por ello, saben que el último reino de Al-Andalus surgió a pocos kilómetros del paisaje elegido por Cervantes para poner de verdad a caminar a don Quijote.
Puede que esta tierra, que proyecta el horizonte hasta la atracción de las sierras andaluzas, e invita a las mentes inquietas a explorar más allá de donde la vista permite, alcanzando a llegar donde quiere la imaginación, sea propicia para estimular la creatividad.
Aquí donde el abismo horizontal de los altos páramos asomados al universo andaluz, inspiraron a Manrique, Quevedo, Cervantes, y a tantos otros que por ser más cercanos en el tiempo, la ancestral envidia hispánica, impide valorarlos vivos y sólo los recuerda excepcionales cuando ya la muerte les impide recibir cumplidos. Y póstumos homenajes no son más que vanidad de quienes los organizan para figurar al lado de los que no podrán igualar, pero que sirven para entretener tediosos actos de los que quieren parecer lo que nunca serán, tratando de igualarse a quienes vivos, envidiaron e ignoraron.
Si pudieran, y la vida y la muerte lo permitiera, bien os reafirmarían esto Quevedo o Cervantes. El primero desterrado por ser más libre de lo permitido y el segundo anulado por ser más genial de lo conveniente.
Hay que contar con estas miserias y estas características de la condición humana que tan bien describieron ambos literatos tan inseparables del Campo de Montiel.
Y viene a cuento mencionarlos porque son el referente que universaliza esta tierra ignorada precisamente por la envidia de no contenerlos con tanta verdad como en otras que los quisieran en exclusiva.
Así como el Campo de Montiel, se olvidó de sí mismo y lo ignoran los que lo envidian. También se olvida con estudiada facilidad a aquellos que destacan el valor de esta tierra. Sin embargo, jamás podrán con la autenticidad de las mentes preclaras y resueltas.
Esta tierra, continuará ofreciéndonos cada determinado tiempo, gente despierta con capacidad para trazar nuevos caminos que expandan los universales horizontes que habitan entre las cuatro paredes de este corral manchego por dentro y andaluz por fuera; que sacó a don Quijote por la puerta falsa a comenzar sus aventuras en la misma tierra que Justiniano amó y quiso querer toda su vida, defendiendo la verdad que nos regaló Cervantes.
Mereció, porque se lo ganó, el honor de ser el primero en publicar que el Campo de Montiel es tan legítimo del Quijote como el derecho de esta tierra a formar parte del universo Cervantino, por descripción literal del autor de la primera novela moderna de la Historia de la Humanidad.
Y nadie, debe ni puede restar al Campo de Montiel lo que le fue dado y escrito por Miguel de Cervantes.
Así lo entendió Justiniano y así lo entendemos todos los que sabemos leer.
Tuve la suerte de conocer y compartir agradables charlas con este hombre formal y trabajador. Disciplinado y buen amigo de sus amigos. No quiero cometer la falsedad del elogio fácil, porque quien me conoce sabe que siempre lo traté con el respeto de la sinceridad, y cuando la ocasión lo requería, más de una vez debatimos y rebatimos. Porque el respeto comienza por ser auténticos y exponerse a no agradar y a no complacer por ser aceptado o no criticado.
Y tuve la suerte de formar parte del homenaje que en vida le brindamos en su querida y mi querida Villahermosa. Por eso me queda la satisfacción de haberle dicho en vida y en público que me alegro de haberlo conocido y agradezco que haya compartido conmigo sus inquietudes.
Me quedo con su aportación al valor cultural del Campo de Montiel, poniendo de manifiesto que somos parte importante del ámbito del Quijote, por mucho que los interesados políticos sólo atiendan en este aspecto, los lugares donde más votantes habitan. Esto es un hecho comprobado, da igual el color, todos van a lo suyo. Por eso a nosotros, como hizo Justiniano, nos corresponde valorar lo nuestro y no esperar nada de nadie que no conozca, ni ame, ni viva, ni sienta esta tierra.
Os decía al principio que el exótico Reino Nazarí, casi lo hemos visto nacer a tan solo unas leguas de aquí, muy cerca de Jaén, que fue donde surgió y se entronizó el primer sultán.
Los avatares bélicos permitieron a Fernando III arrebatar parte del naciente reino y crear a su vez el Santo Reino de Jaén.
La corte nazarí se instaló en Granada, donde encontró seguridad suficiente para defenderse de la creciente presión cristiana y a la vez poder comerciar a través del Mediterráneo, convirtiéndose en poco tiempo en una especie de Venecia andalusí, nutrida por el comercio y el intercambio cultural con todo el Mediterráneo.
Un sitio único e irrepetible por suerte ya protegido por la Humanidad. Lugar que atrajo a Justiniano como a tantos otros que apreciamos la belleza, la perfección, lo singular, lo inexplicable. Lo auténtico.
Recuerdo con agrado aquella tarde de verano, que quedamos para tratar temas referentes al Campo de Montiel y me mostró su trabajada versión de un pabellón nazarí. Edificio que desde mi punto de vista merece la protección en primer lugar del municipio de Villahermosa y en segundo lugar de Patrimonio Histórico.
Si no recuerdo mal, nuestra Constitución en su artículo 46 dice:
«Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra este patrimonio.»
Entiendo con esto, que el Patrimonio debe sumar con el paso del tiempo y contemplar todo aquello excepcional que se va creando en nuestro entorno, para bien de todos. Algunos se autolimitan entendiendo el Patrimonio como algo antiguo, o viejo, que posee valor por el hecho de sumar siglos de existencia.
Considero que todo cuanto posee valor por sí mismo es atemporal y no debe condicionarse al transcurso del tiempo. Volvemos al inculto asunto de la envidia, que sólo reconoce aquello que hicieron los que ya no están, infravalorando a los contemporáneos.
Aquí en Villahermosa se tiene la fortuna de contar con un edificio excepcional que bien puede equipararse a la arquitectura historicista que tendió a imitar e inspirarse en los estilos surgidos en siglos anteriories, y no por ello posee menos valor. Ya que no deja de ser un espacio único y singular. Realizado además por la pasión y el tesón de un hombre metódico y exigente que viajó numerosas veces a La Alhambra procurándose los datos necesarios para materializar su sueño. Y alguien que destacó por primera vez la relación literaria del Campo de Montiel con el Quijote.
Nos ha dejado un curioso pabellón nazarí, inspirado en el patio del Palacio de los Leones, que bien podría formar parte del patrimonio histórico de Villahermosa convertido en espacio cultural y social. Ahí queda la propuesta, tanto para los propietarios como para el Ayuntamiento.
Nos corresponde enriquecer y mejorar nuestro entorno, nuestra cultura y nuestra historia. Justiniano lo hizo. Toda una vida edificando este curioso edificio que atesora la sorpresa de un espejismo de las mil y una noches en el literario Campo de Montiel. Donde Cervantes, también edificó en su mente el palacio de Cristal de la cueva de Montesinos. Donde nunca dejaremos de soñar con viajar más allá de este corral manchego, delimitado por las tapias de las sierras andaluzas, para desatar nuestros deseos hacia la esperanza de la conquista de América como tantó anheló el propio Cervantes o el mismo sueño nazarí de Justiniano.
Uno más de los tesoros del Campo de Montiel. Olvidar o perder algo tan singular es empobrecernos en todos los sentidos.